jueves, 26 de julio de 2007

Quilmes esta de luto.

El arte de habitar

En inglés la diferencia entre house (casa en el sentido material de la estructura) y home (hogar, donde se vive) es clara y tajante, no ocurre así en castellano. Home además de designar un “lugar” físico también tiene el sentido más abstracto de un “estado de ser”. Home reúne los significados de la casa y de sus habitantes, de la residencia y del refugio, de la propiedad y también del afecto.

Cada una de las moradas protege un algo trascendente, un secreto, eso que a través del tiempo sigue latiendo en lo profundo de un ensueño tal vez colectivo.

¿Qué implica significar mi casa por sus olores, imágenes y gustos? ¿Cómo se explica que sus ruidos y textura me permiten conocerla? ¿Que un recuerdo, un olvido, un sentimiento la puedan invocar? ¿Qué ocurre cuando vivo la comunicación espacial de mi refugio?

Elogiamos la virtud de la pregunta como método para pensar lo habitual, en lo cotidiano puede latir lo extraño, lo no cotidiano, un enigma que nos impulsa a preguntar cosas, a desnaturalizar, por instantes, la habitualidad.

Lo que surge a continuación, es el relato de un episodio con Marta, una mujer del centro de Quilmes, que vendió su casa para la demolición:

“Estábamos conversando con M en el living de su casa, ella describía sus innumerables plantas, cómo las cuidaba, cuáles eran los trucos para que crezcan sanas y vigorosas cuando de pronto el timbre nos interrumpió. M acudió a su llamada y, luego de intercambiar unas palabras con un hombre, regresó con una expresión apenada, triste. Ahí fue cuando nos contó -“Vinieron de la inmobiliaria a colocarme el cartel de venta”-. M no pudo continuar el diálogo, se sentó en una silla y exclamó -“qué momento…no pensé que me iba a poner tan mal…no sé qué decir”-”

Reflexionar sobre la comunicación y el espacio en la experiencia de habitar nos obliga a abrir el rango de sensibilidad para conocer e incorporar a las sensaciones, la imaginación y el afecto como otras vías genuinas para nutrir nuestra aprehensión de la realidad. La casa se piensa, se huele, se palpa, se degusta, se escucha, se quiere, se odia, se sueña.

Tiempo y espacio mensurables es la “consigna” que motoriza este modo de vivir actual. Históricamente occidente viene manteniendo una relación mezquina con respecto al espacio, cada vez más se advierte una concepción representacional-racional de los lugares que habitamos. Hablamos de la casa y pensamos en metros cuadrados, en números, en nombres de calle, en cantidad de ambientes, en precio, en categorías (A, B, C1, C2) olvidando, o encubriendo, todas las demás instancias que entran en el acto de habitarla.

Estamos viviendo una época en la que se trasladan modelos de vivienda de un lado a otro, en la que se “copian” formas que se estiman “exitosas” a los beneficios del mercado. Hoy la casa es un bien capital en el mapa de las posesiones de sus dueños. Se piensa en “producir” viviendas con el menor gasto posible y alojar, en esta estrategia, muchas vidas en poco espacio. Crecen las torres verticales e infinitas, los compartimentos con ambientes cada vez más estrechos, crecen las “cocheras viviendas”, los monoblocks, crece la población y las villas miseria. Se expande el diseño de vanguardia, el confort y el snobismo. Seriación, repetición, y a menor espacio más alojamientos.

Lo importante no es la casa como mera forma, sino la forma cómo se la habita. Cada modo de habitar es singular y único porque depende de la huella con la que cada habitante haya marcado el espacio. Podemos encontrar polvo acumulado sobre los muebles, plantas vigorosas que muestran que son habitualmente regadas, es posible hallar una casa limpia y ventilada como también rincones repletos de cosas nunca revisadas, podemos encontrar paredes con fotos, un libro marcado en alguna página particular, y toparnos de repente con una cama caliente cuyas sábanas están revueltas. Un tubo de pasta dentífrica estrangulado, restos de flan en la basura, un clavo aislado sobre la pared.

Si hablamos de “Home” invocamos una relación afectiva del habitante con su casa. El habitar es un arte aunque a veces se lo olvide como tal, todo espacio es superficie maleable, pasible de marcaciones y transformación, somos artesanos de nuestras moradas. Aún cuando las revistas insistan en prometer casas sin huellas siempre aparece una grieta, la raíz de algún árbol intruso, una mancha de humedad, un rayón insurrecto que no se pudo prever. “Poéticamente habita el hombre” dice Heidegger, entre el cielo y la tierra, en ese vaivén, en ese espacio común acontece la experiencia de comunicación con el mundo.

Hay un espacio de seducción que no podemos inteligir, un efecto casi mágico que resuena en las atmósferas de los espacios que nos invitan a pasar o nos expulsan fuera. Hay una comunicación allí que hemos tratado de escuchar aquí.

Comunicación con el mundo es conocimiento del mundo, encuentro con él, consiste en el arte de escuchar, dejarse afectarse, comprender y transformar. Es movimiento hacia lo que se presenta diferente a lo propio, al punto de salirse de sí y poder crear una entidad nueva a partir de ese vínculo. Para poder arribar a tal apertura se hace necesario permitir que el mundo entre y entregarnos al mundo, en el espacio hay un susurro que nos habla.

¿Me pregunto dónde quedan las voces de aquellas atmósferas que ahora gritan desde los escombros de esta ciudad covertida en cementerio? ¿Puede una home demolerse sin dolor? Quilmes está de luto.....


Quilmes est



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