viernes, 31 de agosto de 2007

Las torres, una explosion de la construccion que merece una planificacion mas apropiada.

Hace 50 años se sufrieron los loteos indiscriminados, hoy el fenómeno es urbano

El fenómeno parece repetirse, esta vez en los centros urbanos de la capital federal y el Gran Buenos Aires, aunque de una manera diferente, pero que significara como en aquellos anos, problemas de servicios, hoy donde ya están aunque insuficientes, ayer causando una dispersión de esfuerzos que continua sin solución.
En los años 50 y 60, miles de loteos configuraron un gran negocio para las inmobiliarias que prometían un pedazo de tierra en cuotas para que allí se pudiera corporizar el sueno de la casa propia, un anhelo de nativos e inmigrantes, que no repararon en sacrificios para lograrlo.

Muchos compraron en cuotas, con las famosas libretas donde se asentaban los pagos, esos lotes en medio del campo, luego de haber asistido a los remates, en las inmensas carpas levantadas para promover las ventas, que carecían de regulación y que enriquecieron a muchos que, quizás sanamente, buscaban hacer su negocio y no encontraron regulaciones que se lo impidiera.

Comenzó así en zonas periféricas a la gran ciudad y a los partidos mas adelantados, la construcción de miles de viviendas en terrenos sin servicios, con calles de barro, donde
los fines de semana familias enteras le daban forma a la casita donde pensaban recalar para alejarse del conventillo, para no pagar mas alquiler, para hacer realidad ese sueno que llevaban dentro de si, en busca de progresar.

Con el tiempo fueron creciendo los barrios y se fueron haciendo más loteos, esta vez en tierras más alejadas, en un nuevo paso para nutrir a estos sonadores honestos que se seguían sacrificando y esforzando para llegar al techo propio.

Paso entonces lo que tenia que pasar: las calles de tierra debieron mejorarse; el acceso
al lugar, generalmente alejado de las rutas que comunicaban con los centros urbanos, tuvo que ser pavimentado, comenzaron los reclamos por el agua, suministrada por una vieja bomba manual; la luz, el transporte, la seguridad, la escuela, la plaza, las cloacas, suplidas por pozos ya insuficientes y todos los servicios indispensables.

El Estado en todos sus niveles, nacional, provincial y municipal, no encontraba, ni encontro hoy,
una respuesta a ese crecimiento inorgánico, y solamente muy lentamente se fueron mejorando las falencias, aunque en la actualidad el Gran Buenos Aires tiene millones de habitantes sin la energía adecuada, agua potable ni cloacas. Ni hablar del transporte o la seguridad, o de la educación y la salud.

En aquellos momentos se daba la paradoja de que había en zonas con servicios
alrededor de ocho millones de lotes baldíos, donde se podrían haber construido viviendas para satisfacer la demanda que los loteos aprovecharon, provocando luego la dispersión de los esfuerzos del Estado para atender los reclamos genuinos de quienes buscaron cumplir con un sueno que en muchos casos se convirtió en una pesadilla.

Hoy el problema es al revés, quienes tienen cierto acceso al crédito o recursos propios,
se vuelcan a los nuevos departamentos en núcleos urbanos con todos los servicios, como se promociona la venta, cerca de los comercios y los bancos, de las escuelas y los centros de salud
así, se inicia un camino inverso .Los centros urbanos, densamente poblados, con falencias visibles en lo que hace a los servicios esenciales. donde estacionar o transitar en cualquier rodado es
una odisea: con escuelas saturadas en su matricula y con sanatorios y hospitales desbordados,
reciben un flujo de nuevos vecinos que se instalan en las decenas de torres que se construyen donde antes había una casa, lo que significa que de haber entre cuatro o seis demandantes de servicios, habrá ahora cien o doscientos.

El negocio ahora es de los que invierten en las torres, que lo hacen en forma genuina, pero aprovechando la falta de normativas adecuadas a las circunstancias y a las reales necesidades urbanas, que necesitan una planificación acorde con el crecimiento que se ha dado en los ultimos
años y con el que demandara el futuro.

Lo mas triste de todo esto es que quienes se sumen como habitantes a los actuales edificios, sufrirán en carne propia las falencias no tenidas en cuenta, ya que al igual que los actuales vecinos tendrán escasez de agua, cloacas saturadas, energía en estado critico, basura domiciliaria cada vez mas difícil de erradicar, estacionamiento colapsado colegios superados en la cantidad de alumnos, y una seguridad cada día mas deficiente entre otros problemas.

Mientras esto ocurre el Estado sigue estando ausente, reaccionando solamente cuando
los vecinos demandan resultados elevando su voz y realizando manifestaciones, y poniendo en la superficie los problemas reales, cotidianos, que quienes gobiernan no pueden o no quieren ver, que son tan sencillos y visibles que parece una verdad de Perogrullo explicarlos.

Y así seguimos “creciendo”, en un mundo que necesita cada día mas planificación, mas cuidado del medio ambiente, que necesita también prestar atención a la contaminación silenciosa de las zonas urbanas, producto del calentamiento de la región por la proliferación de edificios que absorben los rayos solares, que además desvían los vientos lo que significa una falta de oxigenación apropiada; se multiplican los ruidos urbanos y los escapes de los rodados, que a su
vez provocan hollín y con ello contaminación y enfermedades respiratorias, entre otros problemas.

El futuro exige discutir las demandas ecológicas en un marco que determine que “el ambiente es una política de Estado”, y no una mera discusión entre vecinos que se sienten perjudicados y gobernantes que no asumen la responsabilidad que les corresponde.

Texto: Julio Calle
jcallegente@yahoo.com.ar

Zonal Sur Diario Clarin.

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