jueves, 21 de junio de 2007

La invasion de las torres

En una ciudad como Buenos Aires, de baja densidad poblacional, no tiene sentido la construcción de viviendas de lujo en altura. En cambio, hay que invertir en la rehabilitación integral de los barrios.

Hay torres que son piezas arquitectónicas muy interesantes; estéticamente hablando son una buena recreación morfológica. También tienen, a partir de cierta altura, para quienes las visitan o viven en ellas, una vista privilegiada del entorno. Esas visuales, si la torre está enclavada en puntos estratégicos de la ciudad, puede ser fascinante. La ciudad bien compensada podría tener determinados espacios para estas esculturas que son una maravilla para los ojos. Invadir la ciudad con torres es otra cosa.Tener emplazamiento para estas piezas especiales daría lugar a concursos que habilitarían a muchos artistas/arquitectos a expresar sus dotes. Una Sagrada Familia, de Gaudí, que tiene más de 120 metros de altura, no es una vivienda, e independientemente de su uso específico, el de iglesia, siempre se la va a considerar como una escultura. Pero centenares de sagradas familias aburrirían, taparían la iluminación, no serían piezas especiales, sino una realización de mal gusto.Se ha naturalizado la idea de que las torres de vivienda son signos de modernidad, ayudan a solucionar el déficit de vivienda ante la escasez de suelo, y de que sus emplazamientos generan mayor actividad en su entorno. Hay pocos lugares en el mundo en los que está ocupado todo el suelo, hasta cuatro o cinco alturas. En estos sitios, construir torres para acoger a los habitantes necesitados de un hogar es una obligación. ¿Cómo hacen para vivir en Alemania 80 millones de habitantes prácticamente sin rascacielos? ¿Y en Gran Bretaña, Italia, o Francia, con sus aproximadamente 60 millones cada uno? Todos estos países, como se sabe, tienen una superficie promedio comparable a la de la provincia de Buenos Aires.En nuestras ciudades, eso es notable. Es un país despoblado, con baja densidad poblacional, con una superficie inmensa, casi la superficie de Europa. La ciudad argentina es aún de casas bajas de una y dos plantas. Por la carencia de planificación, criterio y normativa relacionada, encontramos un porcentaje bajo pero significativo de edificaciones de más altura, que afean el paisaje, salpicadas entre el amanzanamiento de la ciudad. El espacio libre, entre el salpicado de edificaciones altas, es enorme, son millones de metros cuadrados, que sumados al suelo urbanizable programado, que debería tener todo Plan Urbano Estratégico, son la reserva necesaria para ser utilizada en los casos de necesidad colectiva, como una gran inmigración a la ciudad que elevara la densidad poblacional. O una operación de saneamiento urbano, como podría ser un reservorio, que afectara a una parte significativa de la ciudad y, que no es el caso en la centralidad metropolitana.Con tantos metros cuadrados disponibles, el espacio verde tendría la misma importancia que las redes de infraestructura de servicios, que son vitales en toda ciudad. Los espacios públicos, los espacios verdes, los locales comerciales y las vías de tránsito con sus peatonales son los que generan las centralidades de la ciudad y la actividad correspondiente.La invasión de torres, no la escultura, trae mucha gente, y muchos autos a los que hay que darles servicios. Y en el paquete de los promotores viene el shopping, en muchísimos casos, quizás en la mayoría, sin lugar para dejar los vehículos. La mayor actividad en el área de las torres se da fundamentalmente a través del centro comercial para esos nuevos vecinos, y los del entorno inmediato, pero como consumidores del centro comercial. Es muy raro que en estas áreas se genere una actividad económica, cultural y social, fuera del centro comercial. La construcción de viviendas VIP, en torres y centros comerciales para consumidores de alto nivel económico, particularmente emplazadas en zonas deprimidas, contrasta con el déficit de viviendas en la ciudad de Buenos Aires y la capacidad de consumo del 80% de la población. Número redondo, pero que incluye a un 30 o 40 % de pobres, con trabajo precario, o desocupados y, un 40 % que tienen el sueldo muy controlado para cubrir el mes y con poca o ninguna capacidad de ahorro.La preocupación y ocupación útil del Estado y los actores que intervienen en la desequilibrada y caótica ciudad actual tendría que estar dirigida a invertir y planificar la rehabilitación integral de los barrios y resolver el vergonzante sistema de transporte. No en el abandono de la ciudad y en presentar determinadas intervenciones especulativas como triunfos urbanos, cuando son, lisa y llanamente, grandes negocios de muy pocos individuos.Estas acciones inmediatas no entorpecerían para nada el desarrollo urgente y riguroso del un Plan Urbano Ambiental, que necesita tiempo de elaboración y que hay que empezar ya. Y que no tiene nada que ver con ese documento elaborado por el COPUA, presentado por el Ejecutivo a la Legislatura, que potencia la aplicación del descontextuado y cuestionado Código de Planeamiento Urbano.

Francisco P. Ramos-Marrau. Arquitecto y Urbanista.

Texto:Suplemento de Arquitectura de Clarin martes 19-03

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